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¿Conoces los dodecaedros galorromanos calados y tachonados?

Se trata de volúmenes huecos de bronce fundido con la técnica de la cera perdida, de 12 caras iguales (dodecaedros), 20 vértices y 30 aristas. Cada cara está perforada con una abertura circular y cada ángulo está provisto de una pequeña esfera. A veces se graban círculos concéntricos alrededor de las aberturas.


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De aproximadamente un centenar de dodecaedros catalogados, una treintena provienen de Francia (en la Galia Bélgica y en el sur de la Galia Lyonesa (Borgoña, oeste del Franco Condado y norte de Ródano-Alpes)). Los demás han sido desenterrados en Austria, Bélgica, Gran Bretaña, Hungría, Países Bajos, Suiza, la ex-Yugoslavia y, sobre todo, en Alemania. La mayoría de los sitios se distribuyen al norte de los Alpes en un perímetro que corresponde grosso modo al de la antigua civilización celta. No se ha encontrado ninguno en la cuenca del Mediterráneo (Italia, España, Grecia, Egipto,...). Se tiene un conocimiento suficiente del contexto arqueológico en solo nueve casos. El origen de veintidós dodecaedros es completamente desconocido. Para otros treinta y tres, solo se dispone de una simple mención del sitio de origen, a veces con una vaga descripción de este, perdiéndose toda precisión sobre el contexto arqueológico. Cuando su origen es conocido, aparecen relacionados con un contexto romano. Los sitios pertenecen a categorías muy diversas: campamentos militares, manzanas urbanas (insulae), termas, proximidad de un teatro, tumbas e incluso acompañando a monedas enterradas a finales del siglo IV d.C.


Estas figuras geométricas, que aparecieron entre el siglo II y finales del siglo IV d.C., siguen siendo un enigma para los arqueólogos. En el estado actual de la investigación, nada permite determinar su función. Se han emitido numerosas hipótesis sobre la función precisa de estos dodecaedros. Las interpretaciones más diversas (e incluso las más fantasiosas) se han planteado sobre estos objetos, ¡y esto desde el momento en que los primeros anticuarios se interesaron por ellos, bajo Luis XV! Las más comunes evocan un instrumento de topografía, una empuñadura de cetro, un candelabro, un calibrador, un instrumento para medir distancias, una plantilla de joyero, un juguete o un bilboquet, un dado de juegos o un dado para predecir el futuro, una obra maestra de artesanía o incluso un elemento para ilustrar las teorías pitagóricas...


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Así, se oponen dos tipos de concepciones radicalmente diferentes: aquellas que podemos calificar de puramente utilitarias y aquellas, más cargadas de simbolismo, que se relacionan con el pitagorismo romano y la mística de los números (12 signos zodiacales). Estas últimas encuentran una aplicación en actos de adivinación o de consulta por el destino, ya que estos dodecaedros simbolizarían el universo (ver Platón).


En 1982, un dado dodecaédrico de plomo revestido de plata fue desenterrado en el sitio arqueológico de la catedral de San Pedro de Ginebra. Este nuevo descubrimiento reavivó el debate y lo orientó hacia una pista místico-religiosa. Datado del siglo IV d.C., este dodecaedro tiene grabado en cada una de sus caras un signo del Zodíaco, lo que lleva a pensar que probablemente servía para juegos adivinatorios. Esta pista también se basa en la relación entre las civilizaciones griega y celta. La conexión entre la simbología numérica de los druidas y la concepción pitagórica de la aritmetología se evidencia fácilmente. El dodecaedro de bronce, reproducción del dodecaedro pitagórico, habría estado asociado a la astronomía y la astrología. Sus 12 caras representarían los signos del zodíaco y los meses del año, y las 30 aristas los días del mes. Es por ello que se habría convertido en un instrumento para predecir el futuro.

 
 
 

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